Capítulo 6

CAPÍTULO 6

Ramón de Majarrés i Bofarull

Otra figura notable en la introducción de la electricidad en España es la de Ramón de Majarrés i Bofarull (Barcelona, 1827-Sevilla, 1918). Nació en Barcelona el 9 de abril de 1827. Tras estudios iniciales en la Universidad Literaria de Barcelona, a partir de 1842 se incorpora a las Escuelas de la Junta de Comercio, precedentes de lo que luego sería la Escuela Industrial de Barcelona. Así mismo, asistió a las cátedras de la Real Academia de Ciencias y Artes de esa ciudad. Tras realizar sus estudios en la Escuela Industrial de Barcelona fue pensionado por la Diputación de Barcelona para ampliar estudios, en Paris, en cuestiones relativas a tintes y estampados. También le comisionó el Instituto Agrícola Catalán de San Isidro para que promocionase sus productos en la Exposición internacional que se celebraba aquel año en la capital francesa.
De regreso de París consiguió la Cátedra de Química General Industrial en la Escuela Industrial Sevillana que ocupó de 1856 a 1866. En 1862 fue comisionado por la Diputación de Sevilla para asistir a la Exposición Universal de Londres, en donde tuvo un papel destacado en la defensa de los vinos de Jerez. En 1863 fue nombrado Director de la Escuela Industrial de Sevilla. Así mismo recibió el encargo de crear una Escuela de Artes y Oficios. En esa época contribuyó activamente al fomento de la cría del gusano de seda, para aclimatarlo en Sevilla. Cuando se clausura en 1866 la Escuela de Sevilla regresa a Barcelona y ocupa, dos años después, la Cátedra de Química en la Escuela Industrial de esta última ciudad. Así mismo, dos años más tarde fue nombrado Director de la Escuela en donde, entre otras cosas, creó un museo de materias primas y productos industriales.
Por otra parte, Manjarrés intervino de forma decisiva en la implantación de las aplicaciones industriales de la electricidad en España, mediante la introducción de dos inventos imprescindibles: las máquinas generadoras de electricidad y el teléfono. Patentado este último en 1876, Manjarrés consiguió tener dos equipos completos en la Escuela de Ingenieros Industriales de Barcelona ya en 1877. Años antes, en 1873, había adquirido una dinamo Gramme para la misma Escuela, que fue la primera de su clase que hubo en España.
En Barcelona repitió la experiencia sevillana de promocionar la formación de los obreros, mediante cursos impartidos en clases nocturnas en las que podían complementar su formación. La enseñanza se desarrollaba a dos niveles: enseñanza para encargados de taller y para operarios. Manjarrés demostró toda su vida una especial sensibilidad por las cuestiones sociales. Desde 1867 fue Académico de la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona de la que fue nombrado Presidente en 1874.
En 1891, Manjarrés regresa a Sevilla donde ocupa la Cátedra de Ampliación de Física Experimental de la Facultad de Ciencias de la Universidad. De nuevo en Sevilla volvería a ocuparse de los problemas de extracción, planificación y refinación del aceite de oliva para hacerlo competitivo en el mercado internacional. También se le asocia con la introducción de la telegrafía inalámbrica, por su participación en la primera presentación pública en España del invento de Marconi, en Sevilla (véase Jesús Sánchez Miñana, “Otras historias de la radio‘”, Quaderns d’Història de l’Enginyeria, vol. VII, 2006, p. 267) en la primavera de 1899. Sin embargo, es en el dominio de la química y la agricultura donde sus aportaciones fueron más personales y originales en su segunda etapa sevillana. Llevó a cabo estudios tanto sobre los vinos como sobre los aceites de oliva comestibles, y se interesó por las fibras textiles de origen vegetal, como el ramio, del que se obtiene una fibra más resistente que el lino. Pronunció el discurso de Inauguración del Curso Académico 1896-97 en la entonces denominada Universidad Literaria de Sevilla. Asimismo, participó activamente con la Sociedad Económica Sevillana en la organización de enseñanzas populares, como ya había hecho durante su primera estancia. Fue un gran impulsor de la ingeniería industrial en Sevilla y contribuyó decisivamente a la creación de la Asociación de Ingenieros Industriales, en 1918, de la que fue el primer Presidente y cuyo Centenario estamos celebrando (previamente lo había sido de la de Barcelona). Falleció en Sevilla el 9 de febrero de 1918.
Resulta curioso comparar las figuras de Rojas y de Manjarrés. El primero, un ingeniero industrial andaluz que hace de su carrera y triunfa en el resto de España. El segundo, Manjarrés nacido en Barcelona, que fue director de la Escuela Superior Industrial de Sevilla, ciudad en la que terminó sus días, con múltiples aportaciones como se acaba de recordar. Ambos ilustran la relevancia de los ingenieros industriales decimonónicos. Conviene también destacar la amplitud de ámbitos en los que los dos ingenieros ejercieron su actividad, como sucede en general con los ingenieros de nuestra especialidad. Ello es una clara muestra del carácter generalista de la ingeniería industrial desde sus orígenes y de la versatilidad de esos profesionales a lo largo de historia.