CAPÍTULO 10
Nuestra profesión está cambiando en la medida en que su ámbito de actuación se está convirtiendo en un mundo híbrido y complejo, en el que intervienen factores de índole muy variada, y en el que ocupa un lugar destacado la gestión del mundo artificial en el que algunas de las cualidades del ingeniero, tanto su conocimiento de las tecnologías involucradas como sus dotes de liderazgo y de organización, alcanzan pleno desarrollo profesional.
De una forma aparentemente suave se está pasando de unos ingenieros que eran percibidos socialmente como muy elitistas, pues estaban sometidos a un exigente proceso de selección, en el que primaban los conocimientos matemáticos: lo que se conoce como el modelo francés; a otro en el que la denominación de ingeniero ha perdido su carácter exclusivo y minoritario, tendiendo a semejarse, en cierta medida, al modelo inglés. Por ejemplo, los planes de estudio de las Escuelas de ingenieros han estado dominados, desde la creación de las Escuelas a mediados del siglo XIX, por un sustancioso contenido de matemáticas, y de ciencia en general, siguiendo los pasos de las escuelas francesas. Se asumía que esa formación era una garantía de posterior capacidad profesional. No obstante, durante mucho tiempo se había alcanzado un equilibrio razonable entre la formación científica y la propiamente ingenieril en los años (seis, siete o más) que se dedicaban a alcanzar el título. Sin embargo, en los últimos veinte o treinta años, se ha producido una considerable transformación en el modo de llevar a cabo su función las escuelas.
En efecto, hasta hace poco, los planes de estudios consistían en unos primeros años de formación científica básica que resultaban especialmente duros para los estudiantes. El resto de la carrera, solía transcurrir con mayor facilidad. En la actualidad, sin embargo, la dureza de los primeros años ha disminuido mientras que ha aumentado la de la segunda mitad de la carrera. Por otra parte, el ejercicio profesional está dejando de estar protegido por competencias asociadas a titulaciones y adopta las características del libre mercado. Se habla incluso de reproducir en nuestro país algo semejante a las Institutions inglesas, como avaladoras del ejercicio profesional de los ingenieros. La crisis de la enseñanza de la ingeniería no es más que un síntoma de la crisis de identidad que está atravesando la propia ingeniería, al debatirse entre los modelos francés, que está en su origen, y el anglosajón, al que lo arrastran los tiempos.
Asimismo, lo largo de la vida profesional de un ingeniero se suele producir un desplazamiento gradual del énfasis en el conocimiento de procedimientos técnicos y de artefactos al de organizaciones y personas, de modo que acaban por acceder a puestos de gestión, en los que ejercitan su capacidad para comprender las distintas tecnologías involucradas en un proceso productivo y para desenvolverse en las organizaciones empresariales correspondientes, lo cual es esencial para que esas organizaciones desempeñen correctamente su función. No obstante, algo parece estar cambiando en nuestros días con el predominio del mundo financiero, lo que determina que los puestos de dirección de las grandes empresas estén siendo ocupados por expertos en finanzas y en aspectos legales (economistas y abogados). Sin embargo, está por ver que de esa transición surja un mundo industrial mejor.
Entre los mismos ingenieros no faltan los que consideran la profesión como una puerta de acceso al mundo de los negocios (no es extraño que hagan estudios de postgrado para obtener un máster en administración de empresas ––MBA, por sus siglas en inglés).
La inyección de ingenieros industriales en nuestro entorno económico no es fácil de medir pero se percibe con nitidez en los medios correspondientes. En todas las industrias locales y regionales despuntan esos ingenieros. No hace demasiado tiempo, que el ingeniero, al finalizar sus estudios, todavía aspiraba a encontrar un puesto de trabajo lo más estable posible que le garantizarse una vida profesional permanente en el seno de una gran organización. El número de los que se dedicaban a crear su propia empresa, o a ejercer como consultores, no era, ni mucho menos, mayoritario. La tradicional vinculación de los ingenieros a grandes empresas tenía una gran estabilidad, de modo que la identidad de esos profesionales se asociaba a su lealtad a esas empresas. Se establecía una recíproca adhesión entre la empresa y los ingenieros ––así como con el resto de la plantilla, que solía jubilarse en la empresa en la que habían empezado a trabajar.
En la actualidad el panorama ha cambiado drásticamente y el mundo profesional ha alcanzado una gran fluidez, hasta convertirse en efímero. Las carreras profesionales están adquiriendo una enorme imprevisibilidad. Los ingenieros han tenido que aprender que están sometidos, en su labor profesional, a las inflexibles leyes del mercado. Con ello han dejado de vincular su vida profesional a una única empresa u organización, con lo que esa vida puede haberse convertido en más interesante y enriquecedora ––frente a la monótona actividad de sus mayores––, pero se encuentra expuesta a riesgos, especialmente cuando se alcanzan ciertas edades. Todo ello ha determinado que el ingeniero tenga que fomentar su autonomía para encauzar su identidad profesional; que ya no es algo estático, sino que cambia con el tiempo.
En este contexto, conviene señalar el cambio profundo que se ha producido en Andalucía como consecuencia de las nuevas Escuelas (tanto de industriales como del resto de especialidades). Cuando se creó la de Sevilla, por mencionar la más antiguas de ellas, los ingenieros que venían a esa ciudad lo hacían porque se les destinaba allí (como se decía entonces) por las empresas para las que trabajaban. Su estancia solía ser temporal, siempre esperando el ascenso que normalmente llevaba a Madrid. Con las nuevas escuelas andaluzas eso ha cambiado radicalmente, y los ingenieros formados en ellas tratan mayoritariamente de establecerse aquí en empresas ya implantadas, o en otras cuya creación ellos mismos propician. De este modo están contribuyendo decisivamente a formar un tejido industrial que ha cambiado el panorama económico de la región, como los actos de celebración del Centenario de la Asociación de Ingenieros Industriales, van a poner de manifiesto.